Locales Fuertes testimonios sobre la Masacre de Napalpí Los hijos de Melitona Enrique y Rosa Chara, ambas reconocidas sobrevivientes de la Masacre de Napalpí, declararon en la investigación de oficio que “lleva adelante la Unidad de DDHH de la Fiscalía Federal de Resistencia por este hecho como crimen de lesa humanidad”.
Sabino y Mario Yrigoyen, hijos de Melitona, y Carmen Rosa Delgado, hija de Rosa Chara, testimoniaron el relato que recibieron de sus madres sobre los hechos ocurridos. Sabino reconstruyó que “ellos vivían en ese lugar antes de que se forme la Reducción Napalpí, cosechaban algodón, carpían, trabajaban en el obraje, pescaban, mariscaban y cazaban. Después se formó la reducción y ya trabajaban para la administración en el obraje, hacían leña para hacer carbón vegetal, hacían destronque y postes. Los administradores y los capataces eran todos blancos y eran quienes los controlaban en su trabajo”.
Hijos de dos víctimas de la Masacre de Napalpí. “Desde antes de la Masacre de Napalpí, los ancianos de las tres etnias reclaman que debían aumentarles la paga porque el jornal no les alcanzaba y no podían progresar. No podían comprar ropa y tampoco les alcanzaba para alimentarse, vivían mal. Además nunca tuvieron atención médica. No se los atendía como se debía atender a una persona. Había discriminación racial, no había remedio para los aborígenes. Mi anciana madre me decía que casi vivían como esclavos en esa época. Hasta que un día, en 1924, se juntaron y se reunieron en un lugar y pararon el trabajo para que los administradores, los capataces y los gobernantes les aumentasen el jornal. Se juntaron en un lugar que se llamaba cañada Mocoví que actualmente se llama La Matanza Lote 39. Hicieron tipo una toldería grande para poder reunirse ese día”, agregó.
Sabino relató que “antes de que les tiroteen, dos día antes ya pasó un avión sobrevolando donde se habían juntado quienes estaban haciendo el reclamo. Y nadie sabía y entendía por qué sobrevolaba el avión. Pienso yo que seguramente era para ver y ubicar dónde estaba la masa de aborígenes que estaba haciendo su reclamo. Una mañana muy temprano que era sábado, casi al salir el sol, vinieron los policías; andaban a pie con su armamento y se atrincheraron como a 300 metros, como en posición de guerra y como para tirar, para dar su descarga y empezar a tirar”.
“Y cuando se dieron cuenta tiraron una primera descarga por arriba de los palos, como para despertarlos, para ver quiénes estaban o que se dispersen. La gente se levantó, se despertó y sin tiempo a nada ya empezaron a tirar y a matar. Tiraban todos juntos. No le dieron tiempo a salir. Muchos murieron con la primera descarga. Tiraban sin ninguna contemplación. Había ancianos, niños, jóvenes, mujeres embarazadas Los heridos trataban de correr. La policía avanzaba y seguía tirando, para aniquilar, para fundirlos a todos los que estaban haciendo el reclamo”, indicó.
En tanto, Mario, el otro hijo de Melitona, narró: “Cuando se creó la reducción cambió, trabajaban en agricultura, recolectaban algodón y vendían en la administración y pagaban poco. Primeros estaban los Tobas, después los Mocoit y también los Vilelas. Le pagaban con algo de plata, después con bonos y con mercaderías y ropa vieja. Por ejemplo la polenta de harina de maíz venía con gorgojo, pero como la necesidad era grande se cocinaba igual. Empezaron los conflictos porque comenzaron a reclamar, pedía una buena paga para los tres pueblos y también un grupo de criollos que había. Hicieron un campamento, era una toldería, se juntaron para hacer un reclamo a los administradores. Pedían para que les paguen con plata, para que valga más la producción, porque ellos vendían postes, troncos con raíces y algodón, que no tenían precio fijo, ya que el precio lo ponía el que administraba la colonia”.
Y en cuanto a la masacre contó que “fue un 19 de julio a las 8 de la mañana que llegaron las fuerzas policiales, estaban a 200 o 300 metros de la toldería y venía un jefe en un jeep. El jefe que venía en el jeep levantó una bandera argentina y un cacique se fue en caballo a dialogar personalmente, porque quería dialogar con el jefe. El jefe ordenó que se desplieguen todos los policías, que se haga una sola línea y que se hagan cuerpo a tierra. Y ahí el jefe bajó la bandera argentina y subió la bandera roja y ahí abrieron fuego, el cacique que quería dialogar buenamente no llegaba todavía donde estaba el jefe”.
Y continuó relatando que “prácticamente apuntaban a la toldería y cayó mucha gente: ancianos, niños, jóvenes y mujeres embarazadas. Los que se escaparon se iban al monte. Mataron como a 400 o 500, según lo que contaban mis padres. Mi madre y su familia se salvaron porque corrieron, se fueron al monte, al pastizal; pero murieron tías y tíos y algunos parientes.
Mi madre y sus padres estuvieron escondidos en el monte y no podían salir por los policías que los estaban siguiendo, no se podían acercar a la toldería” Por su parte, Carmen Delgado, hija de Rosa Chara, aseguró que “mi madre y las mujeres de su familia pudieron escapar al monte a caballo.
Los hombres de la familia que eran José Lezcano, su padrastro, y Apolinario Leiva, que era el esposo de la tía Virginia, fueron tomados como rehenes y le hicieron hacer los pozos para enterrar los cadáveres. En las fosas enterraban a niños, mujeres, hombres asesinados de las etnias toba y mocoví. También a algunos los criollos. Después a algunos hombres les sacaron las orejas y los testículos. Asesinaron como a 450 aborígenes y a algunos criollos”.
Fuente: Diario Norte Chaco
Domingo, 23 de noviembre de 2014
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